Sobre las fiestas drag y kiki balls en Bogotá (2018)

Escrito por: Diana Santos Cubides, 2018.

En Bogotá los escenarios de esparcimiento y diversión han sido los que principalmente han abierto sus puertas al arte drag y transformista. Y no es para menos, teniendo en cuenta que es un arte estrechamente vinculado a la población LGBT y a sus espacios dedicados a socializar.

Desde la década de los setentas bares y discotecas han dedicado algunos momentos de la noche a los espectáculos de las artistas del drag y transformismo. Sin embargo, en los últimos años se han ido desarrollando eventos exclusivamente dedicados a reivindicar bien sea el mariconeo, el drag y transformismo y/o la escena ballroom.

Un ejemplo de estas fiestas son las ediciones del Mariconeo Night Diva y los kiki balls de House of Tupamaras, una de las casas pioneras del voguing en Colombia, que se desarrollan desde 2016. Aunque no eran en sí fiestas enfocadas en el arte drag y transformista, al ofrecer un espacio abiertamente “maricon”, es decir, apto para el uso libre de códigos que suelen asociarse a lo femenino, muchas personas, entre ellas artistas del drag y transformismo, aprovechan para asistir “trepadas” sin sentir temor o prevención de posibles agresiones o malas miradas, ya que este tipo de situaciones pueden llegar a presentarse incluso en otros espacios gays que valoran significativamente la masculinidad hegemónica.

Un ejemplo de estas fiestas como Oh My Drag!, Mandragora, Sissy Party, Monster Party, Antifashion, entre otros espacios seguros que impulsaron la consolidación de una nueva generación de artistas del drag en Bogotá.

Oh My Drag! ofreció su primera fiesta el 5 de octubre de 2017, presentando en el escenario de Sutton a la artista norteamericana Laganja Xtranja. Entre los participantes algunos ya nos habíamos visto, tal vez en las fiestas de las Tupamaras, en los festivales Kuir, o en algún pride; pero esta era la primera vez en varios años que el arte drag era lo que específicamente nos convocaba al espacio. Esta expresión artística no era nueva en la ciudad, como en varias oportunidades hemos compartido, el drag y transformismo existen en nuestro país [clandestinamente] desde los años cuarenta [1], sin embargo, era la primera vez en la que personas de las nuevas generaciones y admiradores del arte drag que no conocían exponentes locales, se reunían en un mismo recinto y comprendían que aquí también hay drag, y no solo del que ánima la media noche de los establecimientos nocturnos por máximo 10 minutos.

Desde entonces numerosas y talentosas artistas nacionales e internacionales pasaron por sus escenarios, entre ellas: Anasthesia, Organza Histeria, Jano von Skorpio, Venus, Xtina, Mónica DiWhisky, Aquarella Dee, Mindy Fyre, Javirushy, Suka Prushna, Lesley Wolf, Dizzy the Bitch, Alma, Misty Rose, Alaska Thunderfuck, Shangela, Manila Luzon, Cinthya Lee Fountaine, Trinity the Tuck, Tatianna y Aja (entre muchas otras, repito). Con propuestas diversas entre sí y artistas cada vez más completas, el público bogotano (aunque también tuvieron fiestas en Medellín y Calli) empezó a familiarizarse con el inmenso talento de nuestras artistas locales, mientras aprovechaba la oportunidad de conocer a una queen internacional. De hecho, muchas de las artistas que surgieron entre 2017 y 2018 manifestaron en las entrevistas conducidas por ABC, que una de las grandes motivaciones que tuvieron para sacar su personaje a la luz, fueron las fiestas de Oh My Drag! y las dinámicas que allí se desarrollaban. Fue un espacio en el que podían sentir el amor y admiración de las personas que valoran este arte, lo que en últimas terminó llenándolas de impulso para crear y difundir su propio mensaje.

Además de darnos a los fans la oportunidad de apoyar a nuestras artistas, este tipo de fiestas nos brindan espacios seguros de complicidad y familiaridad entre personas de los sectores LGBT (o no) que celebramos este arte y que nos celebramos a nosotros y nosotras mismas en nuestra complejidad y diversidad. Son fiestas sin código de vestimenta al ingresar, ningún prejuicio por usar mucha o poca ropa, por verse maricon o muy afeminado, por usar accesorios, tacones, o mucho maquillaje. A diferencia de muchos espacios, las personas trans pueden entrar y disfrutar sin prevención al rechazo, las mujeres (cis y trans) podían ser tan extra y sensuales como quisieran sin temor al acoso, y los hombres (cis y trans) tan afeminados y «maricones» como se les diera la gana, sin que algún molesto guardia de seguridad se inventara alguna excusa para no dejarles entrar (cof cof Theatron).

Pussy Diva, House of Tupamaras

En la fiesta también la socialización es muy particular. La música, en su mayoría electrónica o pop, incluyendo el que hacen otras drag queens, disco y uno que otro perreo, configuraba unas dinámicas propias de interacción y baile entre los asistentes, sustentadas en la exaltación del drag, el camp y el orgullo, que a algunos nos ayuda a resistir a la vergüenza y censura que impone el heteropatriarcado [2] en los espacios cotidianos. Es así como la fiesta se convierte en un espacio idóneo para liberarse, “mariquiarse”, desinhibirse (sin lastimar a nadie) y sentirse orgulloso(a) de hacerlo.

En este contexto la fiesta contribuyó en la construcción (aún en proceso) de una comunidad al rededor del arte drag y la cultura ballroom que ha ido desarrollando formas particulares de nombrar: simbolismos, estilos verbales, rituales, patrones de interacción, entre otros. Cuando estos códigos son activados, sea a través de la música o el show, se propician situaciones particulares de solidaridad y recreación.

Nuestra ciudad y país necesitan espacios de socialización, sean festivos o no, que promuevan la libertad para “mariconear” en paz. Estos cuando además se centran en artes transformistas y drag, o cultura ballroom, representan un triunfo tras décadas de censura y exclusión de las personas LGBT de los escenarios de entretenimiento. Necesitamos espacios para resistir a las violencias y formas de discriminación cotidianas, y para, a nivel individual, construir o reafirmar nuestro amor propio y escapar de las presiones sobre cómo ser y cómo vernos (aún abundantes dentro de los sectores LGBT). Necesitamos también espacios para fortalecer vínculos dentro de la comunidad y conectarnos con otros y otras fuera de ella. Necesitamos seguir reemplazando la vergüenza y el odio, herramientas de control social aplicadas a los sectores disidentes, por el amor, la solidaridad y el orgullo.

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