La Shachi, recuerdos nostálgicos de una leyenda del transformismo en Colombia

Escrito por Diana Santos

René o Shachi, lleva practicando el transformismo desde la década de los ochentas. Inició en Barranquilla en el contexto de carnavales, primero apoyando las comparsas como bailarín y luego como transformista. Junto con algunas de sus compañeras transformistas migraron a Bogotá finalizando los ochentas, en búsqueda de nuevos escenarios de transformismo en la ciudad. Allí se toparon con una serie de establecimientos espectaculares que abrían sus puertas al show transformista (o travesti), entre ellos los tradicionales reinados de belleza, famosos desde los setentas. A pesar de que en la época la persecución constante de la policía impedía que las personas gay, lesbianas, bisexuales y transexuales disfrutaran de su derecho a la recreación con tranquilidad, Shachi recuerda esta época con gran nostalgia, pues desde su perspectiva, al menos en el transformismo, todo tiempo pasado sí fue mejor.

“Sobre la trece había un sitio llamado Gitanos. Ahí entraba la policía, yo todavía era menor de edad y me metía a los baños, aseguraba la puerta y me montaba en la tasa por si los tipos miraban por debajo no vieran nada, pero la policía nos sacaba y nos llevaba a todos, con o sin papeles.” Cuenta Shachi sobre sus inicios en la vida nocturna capitalina, estando aún en el colegio, un par de años antes de ingresar a la universidad en Barranquilla.

Otros sitios que recuerda ubicados hacia el centro de la ciudad eran: Bota, Toscolum y donde la “abuela”. Sin duda el que más recuerda con cariño es Piscis, lugar en el que trabajó como DJ y como artista por varios años. Estaba ubicado en la calle 24 con carrera décima, aproximadamente, y tenía dos entradas, hacia la calle era Piscis, hacia la carrera Géminis. Era administrado por Quino Carvajal, un hombre que según cuenta Shachi era todo un visionario, con ideas interesantes y novedosas. A diferencia de todos los establecimientos nocturnos en los que casi que exclusivamente sonaban Los Melódicos, Pastor López y uno que otro vallenato, Piscis le apuntó a la música americana. Carvajal se esforzaba por conseguir buena música, importada en su totalidad, para ofrecer al público una rumba diferente. Y le funcionó, la gente asistía primordialmente por la novedad musical.

Piscis también se distinguía por la existencia de un cuarto oscuro (cuando no eran muy usuales en Colombia), al cual se accedía a través de una tienda con apariencia pueblerina, con costales de paja en lugar de sillas y cuadros tradicionales de la época. Como ya es bien sabido, los cuartos oscuros eran espacios dispuestos para que las personas experimentaran sexualmente sin ningún tipo de recriminación, nadie hablaba sobre lo que pasaba en ellos, en especial porque básicamente no se podía ver nada. Cuando llegaba la policía encendían las luces, alertaban a todos y los asistentes se deslizaban por un rodadero que servía de atajo para llegar al primer piso y emprender la huida.

Piscis fue uno de los pocos establecimientos con registradora a la entrada, emulando el ingreso a un teatro. Su dueño era una persona que apreciaba el espectáculo, el performance y la innovación. Bajo su consejo, Shachi realizaba shows saliendo de una botella, en una jaula, lanzándose con una cuerda, o lo que fuera, todo lo que él sugería resultaba un éxito, incluso sus ideas más excéntricas como celebrar la navidad en mayo, con transformistas disfrazadas de vírgenes, ángeles y hasta con bueyes de verdad que Carvajal conseguía en el barrio La Paz.

«El tipo traía muchas ideas, yo hacía show y me decía usted baje por una cuerda, y yo bajaba por una cuerda, usted salga de una botella, y yo salía de una botella, yo me prestaba pa’ todas esas sinvernguenzuras.”

Shachi

En ese establecimiento se empezaron a hacer los dichosos reinados. Duraban cuatro semanas y la gente pagaba por ir a ver cada desfile. Las participantes, entre 20 y veinticinco, iban con vestidos de diseñadores de renombre que también confeccionaban para estrellas de la farándula. Los ensayos eran a diario y muchas veces eran interrumpidos por la policía que se los llevaba a todos, aún si el establecimiento tenía todos sus papeles en regla, por el simple hecho de ser gays. Los llevaban a la plaza de toros o a la quinta estación de policía, junto con los ladrones, borrachos y demás “malandros” que encontraran por allí.

«Nos metían a la plaza de toros, así fue que conocí la plaza de toros. Lo metían a uno ahí y no sentadito en las gradas, sino en el ruedo. O sino a la quinta estación. Ahí es donde terminábamos haciendo los reinados o los ensayos (…) En la quinta había unas gradas al lado de una cancha donde jugaban fútbol los policías, ahí nos sentábamos nosotros a fregar, a mariquiar, hasta que pasaban las once de la mañana del día siguiente. Llegaba uno a dormir a la casa y otra vez esa noche a ensayar o al reinado”.

Shachi

Además de los reinados de belleza y las presentaciones musicales en algunos bares, Shachi recuerda que en el salón rojo del Hotel Tequendama se presentaba el ballet travesti de Oscar Ochaa, conformado en su época en su mayoría por artistas de Barranquilla como Cristal y La Pili. Eran grandes espectáculos abiertos a todo público y aclamados por las personas de alta sociedad. También se desarrollaban en bares como Petunia, también de Oscar Ochoa.

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Otro establecimiento que recuerda con mucha nostalgia es Cronos: “era todo un palacio. Se veía el detalle de una discoteca tipo Studio 54. Tu entrabas y había un recibidor con su pecera grande, con peces hermosos. Tenía estatuas adentro, pero grandes, no pequeñas, sino grandes, de dioses. Las paredes estaban tapizadas en payé de lentejuelas, se prendía la discoteca y se iluminaba toda. Era hermosa. Llegar allá era espectacular. Quedaba en la 34 con 13. Era muy linda. Ya tenía su tarima bien hecha, con camerinos grandes abajo”. Las personas que asistían a éste y otros establecimientos como Estudio 100 y Copa, estaban muy influenciadas por las tendencias del momento, su estética emulaba a Boy George y Cindi Louper, usando vestimentas muy innovadoras y llamativas que exhibían al ritmo de Donna Summer.

Por la época llegaron también los vídeos, Shachi, como muy buen DJ, aprendió fácilmente a mezclar usando vídeos, ofreciendo una variedad de música moderna al público. De vez en cuando, cuenta, incluía en las mezclas sonidos extraños, como el break, que no era muy usual en Colombia, precisamente para empezar a acostumbrar al público a este tipo de música. Recuerda de esta época de los vídeos la llegada de Madonna y su hit Vogue. La pantalla automática se deslizaba hacia abajo, empezaba a proyectarse el vídeo y todos se paraban a la pista a emular las poses del vídeo.

“Todavía esa época era de tornamesas, pero traían los vídeos ya grabados, entraban por Barranquilla, en BETA con 20 o 25 vídeos. Era la sensación. Traían los vídeos grabados de los originales, sin marca del canal de televisión ni nada. Ya Thriller había pasado de moda, pero Madonna causó sensación””.

Shachi

También fueron décadas de rebeldía profana. Manuel, amigo cercano de Shachi, fue el Jorge Varón de las «locas» de los noventas. No se perdía la corrida de un catre, todo el mundo lo invitaba a los eventos por su talento excepcional para presentar a las artistas. Era tan bueno en el escenario que hasta personificaba sacerdotes. Y ¿para qué? dirán algunos, pues para unir en sagrado matrimonio a personas del mismo sexo, así la ley y la «moral» lo impidieran en la época, porque como Manuel decía: «Dios dijo amaos los unos a los otros, pero no dijo entre quiénes».

Para el momento Shachi también incursionó en lo que propiamente conocemos como DRAG, encarnando personajes inspirados en celebridades como Grace Jones, a quienes admiraba por su fuerza, erotismo y verraquera. Más adelante, optó por adaptarse a las preferencias del público, que celebraban más a artistas como Rocío Durcal y Helenita Vargas, también verracas a su manera.

Recuerda que en especial los amanecederos de la Calera como San Antonio y el Closet dieron la oportunidad a artistas del Drag de la época para mostrar su talento. Les contrataban como artistas, pero también para recibir a los asistentes a la fiesta, entonces se fomentaba una interacción constante con el público que resultaba muy amena. Allí destaca una de las grandes diferencias que identifica respecto al presente. Los organizadores de los eventos eran bastante atentos, les recogían y dejaban en camionetas y el pago era considerablemente superior al que se ofrece en el presente. Ahora, dice Shachi, no resulta tan rentable dedicarse al transformismo, en el sentido de que el pago muy pocas veces es coherente con la inversión realizada.

Del presente, por su parte, rescata la transformación ideológica que ha atravesado la sociedad, que ha permitido que haya mayor aceptación hacia las personas LGBT. Recuerda como antes de los 2000 salir a marchar era muy difícil y los pocos que se atrevían a hacerlo optaban por usar mascaras o antifaces, temiendo las repercusiones que podría tener. Ahora, en cambio, las marchas son multitudinarias y las personas cada vez más están abiertas a mostrar quiénes son con orgullo. También, en los últimos años Shachi ha tenido la oportunidad de presentarse en espacios que hace un par de décadas serían impensables como escuelas y plazas públicas, aprovechando que nos encontramos con un público más receptivo a este tipo de espectáculos. Otro de los cambios positivos que identifica es la percepción e información que se tiene sobre el VIH/SIDA. En el momento en que la enfermedad estaba creciendo más que nunca, recuerda que muchos conocidos fallecieron sin siquiera recibir una visita, porque sus familiares avergonzados los alejaban de cualquier contacto hasta su muerte. Esto por la desinformación generalizada que ofrecían los medios de comunicación, catalogando a la enfermedad como “el cáncer de lo gays”.

Actualmente Shachi sigue presentándose esporádicamente en algunos lugares donde la invitan. Le causa gracia la rivalidad entre las artistas de las nuevas generaciones, y prefiere mantenerse alejada de las redes sociales. Le alegra la amistad que se ha forjado entre las más antiguas y vive muy feliz con la dualidad de su ser, abogado como hombre y diva del transformismo como mujer.

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